miércoles, 21 de noviembre de 2007

EDUCAR AL SOBERANO

Frente a la educación la mirad histórica resulta ser, casi siempre, circunstancial, pero resulta que lo circunstancial no es resuelto y agrega un problema más a una crisis, que bien podemos tildar de histórica.
Frente a un ministerio los nombres suenan altisonantes como "circunstancias" de cambio que omiten, en su retórica académica, atender a las circunstancias de la crisis. Juan Carlos Tedesco asumirá el rol protagónico en el reparto del diseño de políticas educativas del futuro gobierno de Cristina Kirchner: una figura progresista con buena imagen y mejor formación. Si embargo, parece ser que olvidamos que de la misma manera el gobierno de la provincia de Buenos Aires, designaba como ministra de educación a Adrian Puiggrós, con todo lo que ella y su apellido, representaban para el imaginario ideológico que pretendía transformar (radicalmente) el marco regulatorio de la educación en el país.
Adriana Puggrós termina sus días sancionando a viejos compañeros de lucha solo por el rol que ejerce. Y olvidó, no sólo, la solidaridad conbativa con sus compañeros docentes, sino sus ideas de lucha y transformación en la esfera.
La crisis en educación no se resuelve con la designación de nombres, nombres que a la hora señalada, deberán devolver favores y devoción debida.
Juan Carlos Tedesco es un progresista con ideas morales sobre la educación. No cambia la cuestión de fondo. En su conceptualización política de la educación confunde educación popular con educación de masas, y entiende que la educación "laica y gratuita" es una obligación ética del estado para con su pueblo, deslindando la funcionalidad ideológica de ésta sobre las operaciones subjetivas en la constitución del desarrollo del poder.
"Es obvio que hemos perdido el sistema público de educación de buena calidad. De igual modo extraviamos los altos niveles de homogeneidad y cohesión social que nos caracterizaban y cuya importancia tendíamos a subestimar"
La perspectiva de la pérdida de los Estados Nación y consiguiente desajuste social, en la constitución subjetiva, da pie para justificar el devenir de la escuela (selectiva) capitalista en la circunstancias de su propia crisis, evitando la discusión político-pedagógica.
El significante Educación ha sido vaciado de significado. Y esto sucedió en un proceso histórico que jamás concibió, en la fundamentación de la construcción del sistema educativo, una pedagogía proletaria, sino una ilustración burguesa.
Lo único que genera la educación de nuestros días es mano de obra calificada, según la demanda de un mercado laboral estrecho.
Sabido es que la demanda de educación por parte de todos los sectores y clases sociales se conforma a partir de imaginarios de progreso económico que nunca jamás se refleja en la realidad del día a día. Por eso la designación de este ambiguo personaje moral, al frente del ministerio de educación, implica una línea de continuidad que se ajustará a las demandas retóricas del gobierno entrante.
Todo esto nos asegura más educación para unos pocos...O más ilustración, que sería el concepto acertado.

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