Para los argentinos la génesis ontológica de la democracia es la resultante, no de un devenir histórico, sino de una serie de acontecimientos desafortunados, que en su inebitabilidad, desembocan en la posibilidad verbal de lo democrático. Una posibilidad que es siempre moral, moral fundacional, a su vez, de la legalidad democrática simentada en la fundamentación ética de la libertad.
En la sitematización funcional del imperativo categórico "LIBERTAD" yace la moral capitalista, que estructuralmente muta para adaptar su política de fondo a la hoy mentada estructura política del mercado. (Tal vez el mercado surja como el no lugar para la realización del ser social, pero es el lugar pos moderno del capital, que sujeta la realización material del ser social).
La política en términos electorales (reducción impuesta por los agentes políticos-administrativos del sistema) nos desubjetiviza negándonos la posibilidad de no elegir aquello que desde una perspectiva capitalista se nos presenta como el artificio de la posibilidad.
El sistema no permite vuelta atrás y elimina cualquier potencialidad inmersa en el discurso de transformar algo. Las espectativas revolucionarias colapsaron en su misma esperanza artificial, sin poder eliminar la razón materialista del ser social.
Puede que el referente del ser social, en la sujeción de la libertad absoluta, sea una representación abstracta de un yo en estado ideal y que el ser social tal cual se presenta en el análisis de las realidades sea la contradicción espistemológica de aquel. En todo caso el poder habita no sólo al discurso que los contiene, sino a sus constituciones.
La democracia dejó de ser una posibilidad para ser una administración de bienes ajenos. No existe un cuestionamiento digno a la democracia capitalista. Existe la sumisión al deber cívico como deber ser.
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